Estaba en una casa de empeño dentro de un barrio muy concurrido. En el mostrador se encontraba mi hija y tenía dos cajitas cilíndricas, y
vi que en cada cajita había dos pequeños corazones de oro.
La primera cajita tenía dos pequeños corazones de oro, y a
simple vista parecían dos pequeñas esferas. Sin embargo, al verlos
detenidamente, se podía apreciar que esos pequeños corazones esféricos, tenían
finos detalles. En la otra cajita, había otros dos pequeños corazones de
oro, esta vez, los corazones eran lisos y planos, muy brillantes.
Al lado de mi hija estaba mi hijo hablando con el hombre de
la tienda de empeño. Estaba a punto de vender el reloj que mi papá me había
dado cuando él aún vivía. El hombre dijo que el reloj valía diez mil. Mi hijo me miró y yo le hice un gesto
indicándole que estaba bien.
Salí y caminé a la trastienda de aquel lugar, y en una
especie de bodega, llena de cajitas negras, estaba el relojero con una caja
abierta viendo un sueño. Yo pude ver el sueño.
El relojero tenía esta vez un semblante triste, así que me
acerqué a él y como siempre, volví a sentir esa paz y tranquilidad que aquel
hombre me transmitía. “Vendí el reloj” le dije. Pero él, cerrando la cajita
lentamente me dijo “Vendiendo el reloj obtiene dinero pero no tiempo, reparando el reloj tiene tiempo”.
Vi su rostro y quedé atónito.
El relojero, era
mi padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario