jueves, 26 de septiembre de 2024

Detrás de las nubes

Hoy las estrellas se han olvidado de mi

Su brillo me lo han negado y se han ocultado detrás de las nubes

¿Porqué te ocultas estrella del cinturón de Orión?

¿Acaso me estás negando el derecho a recordar?

Dame tu luz e ilumina mi alma

que deseo recordar su pasión

y ese frenesí que un día me iluminó

domingo, 12 de marzo de 2023

Tremenda

Seamos sinceros, mi hermana era tremenda.

Si se proponía algo, era terca hasta conseguirlo. Nunca se quedaba callada y si algo estaba en su mente, no dudaba en expresarlo. Algunos lo ven como una virtud, otros como un defecto, pero para mí, simplemente era su forma de ser.

Apenas la recuerdo de cuando éramos niños, con sus vestidos completos y cartera, jugando con Yomila y Janette, buscando cómo verse coqueta con lo poco que encontraba en casa para ir a la iglesia.

Porque de algo estoy convencido, mi hermana amaba todo lo relacionado con la iglesia y la religión. Desde niña, creo que había nacido para eso, para participar en todas las actividades de la iglesia. Y sí, participaba en todas.

Recuerdo cómo llamaba a la emisora local para pedir música de Menudo, o su expresión llena de ilusión cuando le dieron permiso para salir a la calle por primera vez... Ah, la calle... su gran confidente que la acompañaría durante casi toda su vida.

Casi olvidaba mencionar su primer empleo en los Payasitos, su operación de garganta y su frustración cuando no pudo estudiar magisterio. Por alguna razón que no recuerdo, estudió contabilidad, pero eso fue solo temporal, porque no pasó mucho tiempo antes de que terminara siguiendo los pasos de su abuela y su papá. Sí, mi hermana terminó siendo maestra.

¡Ah, mi hermana era tremenda!

Siendo tan pequeña y delgada, se compró un auto pesadísimo, un Saab. Era difícil de conducir, pero allí iba mi hermana, recorriendo todos lados en su primer coche, llevando a medio mundo y encontrando mil pretextos para usarlo. Desde ese momento supe que ya no pararía, la calle y el coche serían sus grandes compañeros.

Se casó y tuvo dos hijas, y antes de que nos diéramos cuenta, ya tenía una familia. ¡Vaya!, mi hermana era madre.

Ya no la vi tanto durante ese tiempo. Pasaron muchos años en los que ocasionalmente la veía en reuniones y actividades. Se veía bien, se veía contenta. Parecía que su hogar funcionaba y que seguía las normas sociales. Sí, la vida decidió que era un buen momento para que cada uno siguiera su propio camino.

Pero nadie es eterno y un día la muerte tocó a su puerta para anunciarle que su tiempo había llegado a su fin. Primero lloró, luego intentó luchar, después se resignó y finalmente se fue caminando lentamente con ella, por el camino que supongo la llevará hacia su dios.

Pero sí... mi hermana fue tremenda.


miércoles, 14 de diciembre de 2022

Cansado de danzar en el espacio

Entre silencio, frío y el tercer sueño, tu recuerdo se hilvanó nuevamente entre la ficción y la nostalgia de mi mente.

No importa como fué, que dijiste o que te dije. No importa el contexto de aquel encuentro en blanco y negro.

Solo sé que hoy, al despertar, mi alma bajó del cinturón de Orión. Cansado de danzar en el espacio a tu lado, aunque tú ya seas tan solo un recuerdo.

jueves, 27 de enero de 2022

Tuve Covid. Mis errores y aciertos

Tipo de infección: Covid-19

Cepa: Ómicron

Fecha de auto confinamiento: de 21/1/2022  a  04/2/2022

Paciente con enfermedad autoinmune: Artritis Reumatoide

Sospecha de infección: Trabajo. No hubo certeza científica

Antecedentes

Miércoles 12 a domingo 16 trabajo desde casa, no salí ni a la puerta.

El lunes 17 de enero fuimos con mi esposa a administrarnos la vacuna de refuerzo a un centro de vacunación. Lugar ventilado, poca afluencia de personas, todos los presentes con mascarillas. Nosotros con mascarilla KN95, careta y con gel antibacterial. Regresamos a casa felices de tener el refuerzo aunque estábamos conscientes que la protección se completaría dentro de unos 20 días.

El contagio

Martes 18 de enero. Me tocaba ir a trabajar presencialmente. Como todos los martes, me levanté a regañadientes, porque tengo un trabajo de oficina, que consiste en revisar Proyectos de graduación, y que se comprobó en esta pandemia, se hace mejor desde casa. 

Seguía quejándome con mi esposa del porqué debía viajar 56km para sentarme en una oficina a hacer lo mismo que hago en casa. ¿No te afeitaras? Me interrumpió mi esposa tratando de desviar el tema, pero yo estaba molesto y le dije que no. Ya llevaba dos semanas de no afeitarme y aunque sabía que con barba las mascarillas no sellan bien, decidí irme así. 

Me coloqué una mascarilla quirúrgica nueva, el caso integral y me fui en moto al trabajo. De hecho gocé el camino, no había embotellamientos y el recorrido fue muy fluido, de hecho, no hice ningún semáforo.

Al llegar al estacionamiento del trabajo (sin gente alrededor y en lugar al aire libre) me quite el casco y luego la mascarilla quirúrgica, la metí en una bolsa plástica para tirarla en el primer basurero que encontrara.

Cuando iba a desinfectar el casco me di cuenta que no llevaba el atomizador de alcohol etílico que suelo llevar, y tampoco llevaba la mascarilla que usaría de regreso. Por estar renegando los olvidé en casa. Sabía que había cometido un error.

Con las manos sin lavar, abrí la bolsa dónde se encontraba la mascarilla KN95 que iba a usar en la oficina y me la coloqué en el rostro. Luego, saqué la careta, me la coloqué y me dirigí a las instalaciones.

Dentro de las instalaciones del trabajo, lo primero que hice fue pasar al baño a lavarme las manos con jabón y agua. Con el codo saqué papel para limpiar mis manos y sin tocar nada, tiré el papel en el lugar destinado, ya he ido tomando la maña de cómo hacerlo.

En la oficina saludé a la secretaria de lejos, me quité la careta y estuve buscando el lugar que a mi juicio estuviera más limpio para dejarla. Como no llevé el atomizador tuve que dejarla donde pude. Tampoco pude rociar el escritorio, el teclado ni ratón (La computadora es de uso común).

Al terminar la jornada laboral, me coloqué nuevamente la careta (sin limpiarla) y salí de la oficina. Pasé al baño y me lavé las manos con agua y jabón. Me topé con algunas personas con las que solo compartimos un saludo, pero luego me encontré a una persona con la que hable unos 20 minutos. Debo ser sincero, en algún momento de la conversación, no respeté el distanciamiento de los 2 metros, pero me sentía seguro por portar mascarilla y careta. Al llegar al estacionamiento sabía que no tenía mascarilla para manejar de regreso, así que solo me ajusté la  misma mascarilla KN95 que usé en la oficina y me fui a casa.

Afortunadamente antes de entrar a la casa, hay una pequeña bodega dónde tenemos por costumbre pasar a desinfectarnos, así que sabía que ya al entrar a casa, estaba libre de virus, o al menos eso era lo que yo creía.

Miércoles 19 y jueves 20 estuve sin síntomas.

Los primeros síntomas

Viernes 21 de enero. Inicié clase a las 7:00 y sentí una molestia en la garganta, pero no le tomé importancia asumiendo que se debió al esfuerzo que hice al hablar en clase. A las 10:00 la pequeña molestia de la garganta se acompañó de un leve dolor de cabeza. Le informé a mi esposa que sentía dos síntomas que pueden apuntar a Covid, así que por precaución empecé a utilizar mascarilla, me alejé de la familia y abrimos todas las ventanas de la casa para ventilar los ambientes. Para las 15:00 el dolor de cabeza era marcado, el dolor de garganta empezó a aumentar y se produce la primera tos. Tomé la decisión de auto aislarse en un cuarto con baño propio como precaución.

Sábado 22 de enero. Me desperté con fiebre y el dolor de garganta era más grande. Tenía tos y dolor de cuerpo. Me coloqué una mascarilla KN95, careta y fui a dos centros de atención para hacerme una prueba de Covid gratuita, pero los centros estaban saturados. Sin éxito y con un malestar muy grande en el cuerpo, me comuniqué con un centro privado para hacer la prueba al día siguiente. En la noche del sábado todos los síntomas están claramente intensos. Estoy convencido de que tengo Covid. Busco información y por los síntomas, apunta a la variante ómicron.

Para ese momento ya habían sonado todas las alarmas en casa. Afortunadamente los más de dos años de pandemia y los covid psicológicos que todos los integrantes de la familia pasamos, nos han enseñado qué hacer, por lo que el aislamiento mío y las precauciones de parte de mi familia ya se están llevando a cabo: Desinfección y ventilación de ambientes, todos con mascarilla dentro de casa y yo completamente aislado. Recibiendo comida en platos desechables.

Domingo 23 de enero. Me levanto con fiebre, dolor de cuerpo, dolor de garganta, tos y un dolor de cabeza insoportable. Me voy a hacer el hisopado solo. Aunque mi esposa insistió en acompañarme, me negué para evitar el contagio. 

El resultado es positivo.

Me comuniqué con mi médico de confianza y me proporcionó los medicamentos a tomar. Me recomendó vigilar mi oxigenación y temperatura y avisarle si los síntomas empeoran.

Los días duros

Lunes 24 de enero. Debo dar clases así que me levanto con fiebre y dolor de cuerpo, pero lo único que puedo hacer es grabar un mensaje a mis estudiantes y vuelvo a dormirme. El día transcurrió con ataques de tos, dolor intenso de garganta, dolor de cabeza, secreción nasal y dolor intenso de cuerpo, muy intenso. 

Para el medio día, tengo un dolor de cuerpo muy fuerte. Logro reconocer que junto al Covid, tengo una crisis de artritis reumatoide. Me es muy difícil estar de pie. Paso la noche en vela.

Martes 25 de enero. El dolor de cabeza es fuerte y el dolor de garganta está bajando, me siento agradecido por eso, pero fatal por el dolor de cuerpo. En la noche no puedo respirar fácilmente, me incorporo para tomarme la oxigenación y los niveles han bajado a 89 con una frecuencia cardíaca de 128. Sé que debo hablar con mi médico, pero estoy aturdido y me siento muy cansado así que asumo que me volví a dormir.

Miércoles 26 de enero. Me despierto de golpe y asustado. De inmediato tomé la oxigenación y veo que tengo 91 y la frecuencia ha bajado a 100 ya no sé si leí bien la noche anterior, si fue pesadilla o la fiebre me jugó una mala pasada, pero sea como sea, me siento feliz de estar vivo. Tomo la temperatura y estoy en 37.3 lo que para mí es una victoria. El dolor de garganta ha bajado mucho y los ataques de tos ya no son tan frecuentes. Aún tengo dolor de cuerpo, así que paso en cama todo el día.

Estoy preocupado por los pendientes del trabajo, me siguen escribiendo y preguntando, pero no puedo contestar, me vuelvo a recostar y me dormí.

Se ve el horizonte

Jueves 27 a sábado 5 de febrero. Empiezo a dormir bien, la oxigenación y temperatura empieza a estabilizarse. Hay cansancio en las actividades que hago en mi aislamiento, pero considero que es el proceso de recuperación. Los ataques de tos son menos frecuentes y el ánimo empieza a subir. 

La recuperación

Sábado 5 de febrero. Salgo del confinamiento y me hago un examen para determinar que salí negativo a Covid-19. Oficialmente la infección ha pasado.

La tos es cada vez menor, de hecho ya casi esporádica, la temperatura está normal y la oxigenación se mantiene a 94 con un promedio de 89 de ritmo cardíaco. Sin embargo, persiste el cansancio y en momentos siento una sensación de falta de aire. El médico dice que son efectos secundarios del Covid.

Las secuelas

Han pasado ya casi dos meses del episodio del Covid y a la fecha ya no hay tos, y solo a veces se siente ese cansancio que te recuerda que un día estuviste enfermo. De ahora en adelante solo queda hacer ejercicio, alimentarse bien y seguir con los cuidados de forma constante para no ceder en próximas variantes.

martes, 7 de septiembre de 2021

Viejo Rockero

Corrían los años ochenta y el pequeño Arnulfo poco a poco iba dejando la niñez para entrar a la pubertad.

Para mi cumpleaños número once, mi  papá decidió que ya era hora de hacerme un regalo que no fuera un juguete, así que me hizo el primer regalo de adulto: Una radio. Y yo, que nunca cuestionaba las decisiones de mis padres, lo acepté agradecido.

Mi madre, en su inocencia y procurando asegurar la vida eterna para su hijo, tomó la pequeña radio y la ubicó en la emisora cristiana de la época. “esta será la música que escuchará de ahora en adelante” me dijo, y yo, también lo acepté.

Poco a poco me fui acostumbrando a las melodías espirituales memorables, a los cumpleañeros del día de hoy y a Luis Palau responde. Todos aquellos programas me formaban y me llevaban por el camino que mis padres consideraban correcto.

Pero como todo niño de once años, pronto me aburrí y una noche, quité el adhesivo del dial y decidí buscar qué más había en ese radio.

Pasé por varias emisoras hasta que caí en una radio con un locutor joven, lo que rápidamente me llamó mi atención.

El locutor anunciaba con entusiasmo a un nuevo grupo llamado Iron Maiden, y que estrenaría la canción “el número de la bestia” escuché los primeros acordes y con el escaso inglés que estaba aprendiendo en la escuela, logre identificar algunas palabras, lo que provocó que entrara en pánico.

Regresé a la radio cristiana, volví a colocar el adhesivo y me arrodillé a pedirle perdón a dios por aquello que había hecho.

A la mañana siguiente le conté a mi mamá y me dio la reprimenda de mi vida “si no te portas bien, te echarás pronto a perder y arderás en el infierno” me dijo.

Sin embargo, no sé porque, pero a la siguiente noche, volví a buscar la radio que a mi madre tanto había alterado ¿qué música es esta que a mi madre tanto asusta, qué dice acerca del diablo y de dios que yo no debiera saber?

Así que mientras escuchaba la radio, y los ritmos se metían en mi cabeza, el locutor anunció otro nuevo lanzamiento y me quedé atento, no, no iba a tener miedo, escucharía qué tenían que decirme.

De pronto, el silencio fue destruido por completo por una guitarra y un grito que estallaron en mi cerebro y que jamás podré olvidar…

Desde ese momento ya no hubo marcha atrás, decidí que esa sería la música que escucharía por siempre y así lo fue hasta el día de hoy. No, ya no regresé a ser el mismo, la música cambio mi ser, mi forma de pensar, la música formó a la persona que soy hoy en día.

Y es que aquel encuentro con el Heavy metal mató al inocente niño de aquel entonces y dejó a lo que hoy, 39 años después, algunos llaman, un viejo rockero.

lunes, 9 de agosto de 2021

Extraordinario ser

La empatía y la bondad adornaban su existir.

Su pasado le había enseñado y su presente le ayudaba a sobresalir.

Su humildad era tan grande que era ejemplo por donde pasara.

Los fines de semana eran claros y bulliciosos.

Y todos le esperan en el trabajo para que les arreglase el día.

No gozaba con ello, pero las sonrisas de las personas le hacían compañía. 

Miserable ser

 La soledad y la miseria atormentaban su existencia.

Su pasado le sumergía en el rencor y su presente le ahondaba en la envidia.

Su desgracia era tan grande que le había secado las lágrimas.

Los fines de semana eran oscuros y silenciosos.

Y ansiaba llegar al trabajo solo para borrar la sonrisa de los que lo rodeaban.

No gozaba con ello, pero el rechazo de las personas le hacían compañía. 

lunes, 1 de marzo de 2021

La luna jugó conmigo

Me desperté muy temprano a luchar contra la muerte y mientras me enfrentaba a mi faena, entre la neblina vi que se asomaba la luna. Volví a verla, pero se ocultaba de mi, dejaba de verla y se mostraba semi radiante a mis espaldas. Sonreí y continué, pero ella me distraía, juguetona se mostraba y se ocultaba mientras yo me descuidaba.

El señor sol se despertó y se ocupó de rociar la distancia con su luz, y entonces, la luna aprovechó para salir de su escondite y se desnudó frente a mí. Su resplandor era intenso y su redondez era perfecta.

Me quedé extasiado ante semejante belleza.

Pero el señor sol se presentó, y ella no tuvo más remedio que seguir su camino y yo, entendí que era el momento de encerrarme en las cuatro paredes. Y así, mientras mis neuronas se electrifican para anunciar lo que aprendí en el pasado, y por la ventana observo al señor sol reinar, no dejo de sonreír pensando en la coqueta luna que hoy por la mañana jugó conmigo.

jueves, 8 de octubre de 2020

Así se ha escrito

Nos vimos y nuestros corazones se sincronizaron para palpitar al unísono.

Nuestras risas se fusionaron y nuestras almas hicieron el amor en un arcoíris de estrellas y nubes.

Tú eras un regalo directo de los dioses para mi deleite. Y el exhalar de tu respiración hacía que mi vida tuviera un sentido.

Con solo escuchar tu voz se derretían mis oídos y mi pasión ardía de deseo con solo verte frente a mí.

Pero jamás te he besado.

Eres tan distante, como un sueño que ni en mil noches podré alcanzar.

Y si un día me hablas, cortante me alejaré de tu lado. Sufriendo, llorando.

Y es que así debe ser nuestro amor; Oculto, distante, incógnito, efímero, irreal, ilógico.

Porque así se ha escrito.

Si nunca estás… Nunca te irás.